12/10/07

Birmania, con la vergüenza de todos




LALI CISTARÉ. 11.10.2007

Quince días en Birmania han servido para tomar conciencia de ese mundo de dos (¿o tal vez diez?) velocidades en el que estamos viviendo. Es un país de una belleza extraordinaria, tanto por su patrimonio cultural como por sus maravillosos paisajes. Pero su gran capital son sus gentes: dan lo que tienen y lo que no tienen. Sonríen al visitante, aun conscientes de que nosotros tenemos todo aquello que ellos jamás podrán conseguir si la comunidad internacional les volvemos la espalda: principalmente libertad.

Su gran capital son sus gentes: dan lo que tienen y lo que no tienen. Sonríen al visitante...
La dictadura militar que sufren les ha dejado vacíos. Y su única esperanza, hasta ahora, era que finalmente los países que disfrutamos de una democracia consolidada ayudáramos a echar a quienes les están castigando económica, psíquica y físicamente. Con una crueldad infinita. Intentando que, mientras llenas sus arcas con el dinero que consiguen esclavizando y expoliando el país, no sepamos cómo lo están consiguiendo.

Dejé Myanmar dos días después de que los monjes salieran por primera vez a la calle, pidiendo que bajaran los precios de algunos productos de primera necesidad para que sus gentes pudieran seguir comiendo un plato de arroz, que ya es su único alimento. Los apalearon, se burlaron de ellos, ultrajaron las pagodas.

El país es mayoritariamente budista. Y tienen un gran respeto por esos monjes que a diario salen a la calle con sus cuencos vacíos y comen lo que buenamente les dan esas buenas gentes. Pero también son los que acogen a los más pequeños en sus monasterios para enseñarles a leer, a escribir e incluso a sobrevivir.

Han matado a muchísima gente, principalmente a los monjes que desafiaron el poder. Si no les ayudamos, pronto no quedarán voces que se puedan oír
Ese ultraje hizo que al día siguiente volvieran a salir a la calle, esa vez ya acompañados y protegidos por el pueblo. Ya no se trataba de pedir sólo una rebaja de precios e impuestos, sino de exigir respeto y una disculpa pública por los maltratos, y, al mismo tiempo, la libertad para la Nobel de la Paz que lleva 15 años encerrada en casa.

El resto de lo que ocurrió lo supe al llegar a casa. A partir de ahí, el silencio. Me consta que están torturando y encerrando, de día y de noche, a todos cuantos se oponen a que siga esa brutal dictadura. Han matado a muchísima gente, principalmente a los monjes que desafiaron el poder. Si no les ayudamos, pronto no quedarán voces que se puedan oír: las habrán silenciado definitivamente, como se silencia a quien reta al poder que se ostenta sin pasar por las urnas. Con el apoyo de China, la indiferencia de la mayoría, y la vergüenza de todos.

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