09 de Mayo de 2008. Redactor de EL TIEMPO.
Cinco días después de que el ciclón 'Nargis' azotara a Birmania (Myanmar), no se sabe qué es peor para su pueblo: si la tragedia natural, que dejó al menos 23.000 muertos (según algunos, hasta 100.000) y cerca de millón y medio de damnificados en el delta del río Irrawady; o la junta militar gobernante, que ha obstaculizado la entrada de ayuda y personal humanitario, desesperadamente necesarios, pues las enfermedades y la falta de agua potable pueden agravar la calamidad.
En las vecinas Tailandia y Bangladesh, la ayuda se apila y el personal humanitario espera. La resistencia del régimen militar a recibir ayuda de Estados Unidos (solo tres aviones han podido aterrizar) y otros países, que considera enemigos, y a conceder visas al personal de la ONU ha llevado a Francia a proponer que se introduzca la ayuda por la fuerza. Y tiene al mundo ante uno de los primeros casos en que podría aplicarse el principio de la ONU de "responsabilidad de proteger", es decir, que la comunidad internacional decida intervenir unilateralmente ante un gobierno que no puede -o no quiere, en este caso- proteger a su propio pueblo. Se considera, incluso, lanzar la ayuda en paracaídas.
La calamidad que enfrenta Birmania -uno de los países más pobres y atrasados del mundo, víctima, además, de sanciones y embargos por parte de Occidente contra la junta desde hace casi 20 años- se suma al régimen opresivo de los militares, en el poder desde 1962. En 1990, anularon las elecciones en las que triunfó la coalición opositora de la Nobel de Paz Aun Sang Suu Kyi. A fines del 2007, aplastaron brutalmente la 'revolución azafrán' -por el color de las túnicas de los monjes, que demandaban cambios democráticos-, lo que generó una condena mundial y aumentó las presiones de E.U. y la Unión Europea para poner fin a la dictadura.
Hasta el nombre del país es polémico: después de ser colonia británica y nación independiente como Birmania, la junta lo rebautizó como Myanmar en 1989, un nombre que la oposición -y E.U. e Inglaterra- no reconocen.
Los militares han cerrado templos, temerosos de que la catástrofe desate nuevas protestas. Y planean seguir adelante con un referendo, previsto para el sábado, salvo en la zona del desastre, para intentar legitimar su régimen. Pobre Birmania, entre la furia devastadora de la naturaleza... y la crueldad ciega de la dictadura.
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