(EFE).- El cierre de fábricas en Tailandia debido a la crisis económica ha empeorado la difícil vida de los inmigrantes birmanos, que son explotados en el trabajo y malviven hacinados junto con sus familias en cuchitriles.
Sólo en los últimos dos meses, ocho empresas han cerrado en la ciudad de Mae Sot, situada en la frontera con Birmania y donde habitan 200.000 de los más 2 millones de inmigrantes birmanos de Tailandia, la mayor parte en situación irregular.
Los burmeses que han perdido sus empleos, por los que cobran menos de dos dólares diarios, sobreviven gracias a las ayudas de ONG como Yaung Chii Oo, que les cobija y ofrece asistencia legal para reclamar indemnizaciones.
Nao Nao, de 25 años y natural del estado Mon de Birmania, fue despedido el mes pasado y no pudo reclamar un finiquito a la fábrica por carecer de permiso de trabajo.
"En Birmania, estudiaba Geología en la universidad, pero tuve que escapar a Tailandia por las duras condiciones de vida", explicó Nao Nao, quien vive acogido en la sede de Yaung Chii Oo.
Nao Nao está acostumbrado a sufrir. Hace poco, tuvo convalecer durante varias semanas después de que el gerente de su fábrica le rompiera el brazo en una paliza.
"Me apaleó con una barra de hierro porque los trabajadores nos pusimos en huelga durante un día para exigir que nos suministraran agua potable, en lugar del líquido amarillo que recogíamos del río", relató a Efe el joven birmano.
Y es que Mae Sot se ha convertido en un importante centro de producción textil, donde las compañías se aprovechan de la mano de obra barata que les brindan los inmigrantes birmanos para reducir sus costes.
La Policía se lleva casi un diez por ciento de sus salarios en sobornos, en connivencia con los empresarios tailandeses, chinos y taiwaneses.
Estos trabajadores, que trabajan jornadas de hasta doce horas a cambio de jornales inferiores al salario mínimo, son víctimas de palizas y hasta son asesinados cuando osan reivindicar sus derechos.
Los crímenes suelen quedar impunes. Según un dicho en Mae Sot, sólo hacen falta "unos cuantos neumáticos y cinco litros de gasolina" para hacer desaparecer a un inmigrante birmano.
Las mujeres llegan a desfallecer exhaustas por largas jornadas de trabajo en ambientes asfixiantes y con poca iluminación, donde manipulan máquinas peligrosas sin supervisión.
El año pasado, un trabajador quedó paralítico tras precipitarse desde un segundo piso y no ha recibido compensación alguna.
"Las fábricas textiles suministran prendas a marcas tan importantes como Nike o Levi´s", señaló el director de Yaung Chii Oo, el disidente birmano Moe Swe.
Su organización lucha desde hace diez años a favor de los derechos de los inmigrantes, por lo que se ha ganado la enemistad de una parte de los empresarios de Mae Sot.
"Llegaron a ofrecer una recompensa de 100.000 bat (unos 2.500 dólares) por mi cabeza, lo que quiere decir que estamos haciendo bien nuestro trabajo. Ahora sólo llaman de vez en cuando para amenazarme", explicó Moe Swe.
Este antiguo líder estudiantil se unió a la guerrilla contra el régimen birmano en 1988, tras graduarse en el Instituto de Tecnología de Rangún. Diez años más tarde, se instaló en Mae Sot para defender los derechos de sus compatriotas.
En los últimos seis años, Yaung Chii Oo, con ayuda de la fundación Programa de Acción por los Inmigrantes (MAP), ha conseguido que 1.753 trabajadores birmanos reciban 10.613.749 bat en compensación por accidentes o despidos improcedentes.
"Los casos más difíciles son los de los trabajadores sin permiso de trabajo, porque temen ser deportados si se atreven a denunciar", precisó Moe Swe.
En las fábricas, familias enteras viven en cubículos de dos metros cuadrados habilitados en naves que se sobrecalientan debido a los tejados de uralita.
La mayoría de los hijos de los inmigrantes, que acuden a varias escuelas construidas para ellos desde 2005, no pueden permitirse si quiera el coste de los uniformes o de los libros.
"Los inmigrantes birmanos vienen a Tailandia a realizar los trabajos 3D: Dirty, Dangerous y Demeaning (sucios, peligrosos y degradantes). La mayoría no se preocupa por sus derechos. Sólo quieren enviar regularmente dinero a sus familias en Birmania", concluyó Moe Swe.
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