Retrato en la oscuridad de Sao Myo Cit ">
@José Luis Mejías.- - 19/04/2008 - El Confidencial.com
Una generosa amiga me llevó hasta su casa. La vieja nos condujo por sus amplias estancias, espartanas, sombrías. En típica construcción del sudeste asiático, sobre pilares, completamente en madera, con balconada abierta a un jardín tropical.
Como si nos esperara, desempolvó un álbum de fotos, de los que se venden en anticuarios. En un asombroso inglés exquisito, incansablemente fue relatando pedazos de su historia; sus manos hinchadas pasan por personajes en blanco y negro: ricos ilustres compañeros de universidad en Oxford en los años cuarenta, hijos de jeques árabes, de nobles turcos, aristócratas europeos.
Se trata de Sao Myo Cit, miembro real de la extinguida dinastía Shan, que desapareció cuando la Junta Militar tomó el poder en un golpe de Estado, instaurando una dictadura comunista.
Es uno de los 3 miembros de la realeza que aun existen en Hsipaw, la antigua capital de Reino Shan. El resto marchó al exilio, fueron ejecutados, o condenados a trabajos forzados. Nada se sabe del palacio destruido. La memoria fue borrada. La historia modificada.
La Junta Militar mantiene hambriento e ignorante a un pueblo que desea democracia. Cualquier documento sobre la familia real, incluso esta foto, es ilegal y está perseguida en Birmania.
“Tuvo que renunciar a todos sus derechos en la familia real. Era la directora del Instituto y pudo seguir enseñando. Decidió quedarse en vez de irse al exilio. Consideró que era su forma de luchar por el país”, me relata mi amiga.
Las burlas de los dirigentes
Al jubilarse la pensión que recibe es de 1000K al mes, menos de 1$, una cantidad absolutamente irrisoria para Birmania; otra burla de los dirigentes a los birmanos. Así que, a sus 86 años, imparte clases de inglés, cada día, de 9 a 4. Unos no pueden pagar. Otros traen comida. Para ella es suficiente. Antiguos alumnos juntan cantidades para que ella tenga un remanente, para medicinas, por ejemplo, pero ella lo reparte entre familias necesitadas.
En su enorme casa, alberga familias pobres, porque es lo único que tiene, y se hacen compañía. También a niños pobres que viven demasiado lejos y así pueden ir a la escuela local.
En una esquina, un agujero donde entró un obús japonés que perforó su vivienda, pero que no estalló. Durante la Segunda Guerra Mundial, Birmania fue un sangriento campo de batalla entre británicos y japoneses. “Veíamos los bombarderos japoneses atacando en forma de V”, dijo la vieja.
Andrew Marshall, en su libro Trousers People, escribe unas páginas en la que ella le cuenta como fue el funeral del príncipe a finales de los años veinte, cuando ella era una niña.
“¿Quién es ella?”, pregunto a Sao Myo Cit señalando foto de una mujer hermosa, tomada en los años 50. “Era mas joven que yo, tenía problemas de alcohol” …responde. Se calla un par de segundos, y añade. ”She is dead, dead and gone”.
Mi generosa amiga española, “hija adoptiva” de Sao Myo Cit, me escribía hace poco: ..."dio su preciado violín, sus libros, su dinero... En un país rico que lo tuvo todo y ahora no tiene futuro. Un país donde los militares han conseguido borrar la historia del pasado anulando las universidades... quizás eso me fascina de ella, que toda esa historia, ese pasado, esta dentro de ella… en su memoria esta toda esa historia del su país y del mundo”.
Le pedí venir el día siguiente para retratarla. “Why don’t you do it straight away?” (¿Por qué no lo haces ahora mismo?), responde. Se sentó frente a su altar budista. La luz era mágica. Dejaba su rostro en semi-sombra. Apoyé la rolleiflex sobre una pila de libros. Y de repente, ocurrió. Ella misma permaneció con los ojos cerrados. Y posó, en silencio y armonía absoluta.
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