9/8/08

BIRMANIA: La esperanza democrática es lo último que se pierde

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Por Marwaan Macan-Markar

BANGKOK, 8 ago (IPS) - Aung Moe Zaw mantiene viva la esperanza de que la democracia eche raíces en Birmania, 20 años después de que cientos de miles de personas salieran a las calles de Rangún para oponerse a la dictadura militar.

"Se han unido mucha más gente a nuestro movimiento por la democracia. Somos muy optimistas", dijo en una entrevista este hombre de 41 años en vísperas del aniversario más conocido en Birmania como "8-8-88" (8 de agosto de 1988), el día en que este espíritu democrático floreció.

Eso ocurrió 26 años después de que los militares hubieran tomado el poder en un golpe de Estado, en marzo de 1962, y gobernaran el país con mano de hierro y una política aislacionista.

"Todavía tenemos el impulso, si se mira lo que ha ocurrido desde entonces. La comunidad internacional está con nosotros y está más consciente que en agosto de 1988", agregó el líder del Partido Democrático para una Nueva Sociedad, el segundo partido político más grande del país.

Pero en contraste con esos sentimientos de esperanza por un episodio histórico crucial en la lucha por la democracia está la brutalidad y el derramamiento de sangre que también marcó esos días de vértigo.

La dictadura militar aplastó entonces con fuerza el levantamiento. Soldados dispararon contra la multitud desarmada. Unos 3.000 manifestantes murieron.

Pero eso no es todo. Ese ataque continúa, adoptando otros mecanismos de represión. Los partidos prodemocráticos surgidos de las protestas del 8-8-88 se debilitaron.

Miles de disidentes fueron acallados. Uno de ellos es Aung Moe Zaw, quien no podría hablar con libertad de no ser exiliado político en Tailandia. Como tantos otros legisladores elegidos en los comicios de 1990 --convocados por la presión popular del 8-8-88--, debió huir de su país.

El régimen se negó a reconocer los resultados de esas elecciones, en las cuales la Liga Nacional por la Democracia (NLD), partido de oposición que se formó tras las protestas, ganó por una aplastante mayoría.

Los parlamentarios birmanos que escaparon del país establecieron el Gobierno de la Coalición Nacional por la Unión de Birmania en el exilio.

A los líderes prodemocráticos que decidieron quedarse a luchar, el régimen les respondió con detenciones y largos periodos en prisión o bajo arresto domiciliario.

La más célebre es Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz y líder de la NLD, quien ha pasado 12 de los últimos 18 años bajo arresto domiciliario.

El otro es Min Ko Naing, líder de los estudiantes universitarios de la "Generación 88" que dirigieron las protestas del 8-8-88, hoy en prisión por tercera vez en las últimas dos décadas.

Unos 10.000 activistas políticos fueron encarcelados desde las manifestaciones de agosto de 1988. De ellos, 2.000 todavía están tras las rejas. En las dos décadas transcurridas, 137 activistas políticos fallecieron en cárceles birmanas o mientras eran interrogados.

"Las manifestaciones de 1988 produjeron muchos nuevos líderes para el movimiento democrático de Birmania, pero se les negó la libertad. Fueron encarcelados o mantenidos bajo arresto domiciliario", dijo la ex presa política Bo Kyi, con sede en la frontera entre Tailandia y Birmania.

Algunos "han sido liberados y no han dejado de trabajar por la democracia, como Min Ko Naing y los otros líderes de la Generación 88", dijo Bo Kyi, integrante de la Asociación de Ayuda a los Presos Políticos, entrevistada por teléfono desde la fronteriza localidad tailandesa de Mae Sot.

"Estar políticamente activos es una decisión muy difícil que han tomado. Saben que pueden ser enviados de vuelta a prisión. Y saben cómo se sufre allí", agregó.

"Antes, una sentencia de prisión por actividad política duraba siete años o un poco más. Pero desde el 8-8-88, los activistas han estado recibiendo sentencias de 20 a incluso de unos 50 años", dijo Win Min, birmano experto en seguridad nacional que da clases en una universidad de la septentrional ciudad tailandesa de Chiang Mai. "El régimen ha usado las cárceles para sofocar el espacio político. Hoy hay menos espacios que en el periodo inmediatamente anterior al levantamiento de 1988", dijo, en una entrevista telefónica desde Chiang Mai.

"Los militares han usado un poder más coercitivo para controlar el proceso político, y parecen relativamente más fuertes que organizaciones de la oposición", agregó.

Los amigos que la junta encontró luego de 1988, como China, India, Rusia y los gobiernos de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean, integrada por Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam, además de la propia Birmania) también han contribuido a que continúe en el poder.

Esta red protectora internacional fue al rescate del régimen en septiembre del año pasado, luego que éste fue condenado por las brutales medidas que adoptó para sofocar pacíficas protestas prodemocráticas lideradas por decenas de miles de monjes budistas.

Puede ser un paisaje político desalentador, pero jóvenes líderes políticos de Birmania como Aung Moe Zaw distan de admitir la derrota. Quieren mantener vivo el legado del 8-8-88, recordatorio de un país que necesita una reforma política.

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