20/7/09

Unos 200.000 presos norcoreanos están en campos de concentración, donde sufren malnutrición y torturas

Los internos realizan jornadas de trabajos forzados de más de 12 horas en unas instalaciones con medio siglo de antigüedad

NUEVA YORK, 20 Jul. (EUROPA PRESS) -

En Corea del Norte hay alrededor de 200.000 presos políticos que están internados en campos de concentración donde trabajan entre 12 y 15 horas diarias. No se pueden duchar con jabón y su ropa consiste en unos cuantos harapos. En muchos casos mueren de enfermedades relacionadas con la malnutrición.

Así lo revela un informe de la Asociación de Abogados Coreanos, recogido por 'The Washington Post', que detalla la vida cotidiana de estos presos políticos basándose en los testimonios de supervivientes de los campos y antiguos guardias.

La dieta diaria de estos centros de detención se basa fundamentalmente en maíz y sal. La mayoría de los internos pierden los dientes a lo largo del tiempo y las encías se les ponen negras. Los huesos quedan tan debilitados que muchos no pueden sostener el tronco y caminan inclinados a la altura de la cintura.

Cuando entran en el campo de concentración se les dan unas ropas que son las que llevarán durante toda su estancia, sin posibilidad de cambio, y viven sin calcetines, ropa interior, jabón o toallas. En la mayoría de las ocasiones los fallecimientos por enfermedades relacionadas con la malnutrición suceden alrededor de la edad de 50 años.

Estos campos nunca han sido visitados por extranjeros, por lo que los testimonios de los supervivientes y ex guardias no han podido ser verificados. Sin embargo, las últimas imágenes por satélite, accesibles a todo el mundo a través de Internet, revelan la existencia de estas instalaciones en las montañas de Corea del Norte.

Las imágenes corroboran buena parte de las historias de los supervivientes, ya que muestran incluso las entradas a las minas donde los antiguos presos dicen que trabajaban como esclavos, así como las instalaciones donde los ex guardias aseguran que los internos que no cooperaban eran torturados hasta la muerte. También se ven los lugares donde los reclusos eran obligados a presenciar ejecuciones, además de torres de vigilancia y alambradas electrificadas que rodean todo el perímetro de los campos.

"Tenemos este sistema de esclavitud delante de nuestras narices. Los grupos de Derechos Humanos no pueden pararlo. Corea del Sur no puede pararlo. Estados Unidos tendrá que plantear esta cuestión en la mesa de negociaciones", explica An Myeong Chul, un antiguo guardia que desertó a Corea del Sur.

Pero este tema no ha sido abordado en ninguna reunión de las conversaciones a seis bandas sobre el programa nuclear norcoreano. "Hablar con ellos sobre los campos no ha sido posible", señaló David Straub, un alto responsable de la oficina de asuntos coreanos del Departamento de Estado norteamericano durante las Administraciones de Bill Clinton y George W. Bush, en declaraciones recogidas por 'The Washington Post'. Estos encuentros no se han producido desde que Barack Obama tomó posesión en enero.

MEDIO SIGLO DE ANTIGÜEDAD

Según el informe, los campos de concentración de Corea del Norte existen desde hace medio siglo. Aunque es imposible obtener cifras precisas, gobiernos occidentales y organizaciones defensoras de los Derechos Humanos estiman que cientos de miles de personas han muerto en estos campos.

La versión oficial norcoreana es que estas instalaciones no existen y, para evitar la presentación de pruebas, las autoridades limitan el movimiento de los extranjeros a los que se permite entrar en el país.

Suzanne Scholte, activista norteamericana que atiende a supervivientes de estos campos y les invita a dar conferencias y charlas en Washington, lamenta que todas estas víctimas no tienen una figura que les represente. "Los tibetanos tienen al Dalai Lama y Richard Gere, los birmanos tienen a Aung San Suu Kyi, los darfuríes tienen a Mia Farrow y George Clooney. Los norcoreanos no tienen a nadie", alertó.

Cinco supervivientes cuentan historias espeluznantes como ejecuciones sumarias para quitar de la cabeza a los reclusos ideas tan descabelladas como intentar escapar. Antes de que los guardias mataran a varios presos por esta razón, los internos de más de 16 años fueron obligados a presenciar el asesinato.

Según los testimonios, el oficial al mando solía leer antes de las ejecuciones un texto en el que destacaba que el Apreciado Líder, el dirigente Kim Jong Il, había ofrecido una "oportunidad de redención" a los acusados mediante los trabajos forzados.

"Casi experimentamos las ejecuciones nosotros mismos", explica Jung Gwang Il, de 47 años, quien asegura que presenció dos ejecuciones de presos en el Campo 15. Después de tres años, dice, fue liberado y tras huir a China, llegó a Seúl, donde reside actualmente.

INTERROGATORIOS

Como otros muchos antiguos prisioneros, Jung afirma que lo más duro de su reclusión fueron los interrogatorios por parte de la Bowibu, la Agencia Nacional de Seguridad. Fue detenido después de que un compañero de trabajo de una oficina del Gobierno le acusara de ser un espía surcoreano.

"Querían que admitiera que era un espía. Me golpearon en los dientes con un bate de béisbol. Me fracturaron el cráneo en dos ocasiones. No era un espía, pero admití que lo era tras nueve meses de torturas", relata.

Cuando Jung fue arrestado pesaba 75 kilos, pero cuando el interrogatorio acabó llegó a pesar 36. "La mayoría de la gente muere de malnutrición (en los campos), accidentes en el trabajo y durante los interrogatorios", cuenta Jung, ahora convertido en abogado defensor de los Derechos Humanos.

"La gente con perseverancia es la que sobrevive. Los que piensan todo el tiempo en comida se vuelven locos. Yo trabajé duro, por lo que los guardias me seleccionaron para ser el líder de mi barracón, de modo que no tenía que gastar mucha energía y la recuperaba con el maíz", explica.

Los reclusos tienen prohibido cualquier contacto con el mundo exterior y el suicidio está penado con la extensión de la condena. Los guardias pueden golpear, violar y matar prisioneros con impunidad, y cuando las internas se quedan embarazadas sin permiso, sus bebés son asesinados, según el informe.

SISTEMA DE CAMPOS

El número de campos de concentración en Corea del Norte ha pasado de 14 que había en un principio a cinco grandes instalaciones, según antiguos guardias. El llamado Campo 22, cerca de la frontera con China, tiene casi 50 kilómetros de largo por 40 de ancho, un área más grande que la ciudad de Los Angeles, donde hay unos 50.000 reclusos.

Los delitos por los que alguien puede ser condenado incluyen tanto oposición real o supuesta al Gobierno. "El sistema de campos puede ser percibido enteramente como un masivo y elaborado sistema de persecución en el terreno político", señala el investigador de Derechos Humanos David Hawk.

La mayoría de los campos son "distritos de control completo", lo que significa que los internos trabajarán allí hasta su muerte, pero el Campo 15 se considera una excepción. Llamado "distrito revolucionario", los presos pueden recibir adoctrinamiento en el socialismo y después de unos años, si se aprenden de memoria los escritos de Kim Jong Il, son liberados aunque bajo vigilancia de las fuerzas de seguridad.

Desde que se ofreció como lugar seguro para los desertores, Corea del Sur es hogar de muchos supervivientes de los campos que han contado su experiencia a su servicio de Inteligencia, que probablemente sabe más sobre estas instalaciones que cualquier otra agencia del mundo.

An Myeong Chul cuenta que cuando estaba siendo entrenado para ser guardia, sus instructores le amenazaron con convertirse en preso si mostraba pena por los reclusos, a quienes podía golpear o matar a su antojo. "Nos enseñaron a mirar a los presos como a cerdos", indica An, de 41 años. Después de siete años de trabajo consiguió escapar a China y ahora trabaja en un banco en Seúl.

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