En la madrugada del 2 al 3 de mayo de 2008, la tormenta arrasó el delta del río Irrawaddy y dejó tras de sí un reguero de 138.000 muertos, 800.000 sin hogar y 2,5 millones de afectados, según datos de Naciones Unidas.
Pero sin un programa de asistencia que se prolongue durante años, las víctimas jamás podrán regresar a la normalidad o al menos a la vida que tenían antes del ciclón, alertó Oxfam.
Muchas familias invierten en levantar sus precarias nuevas viviendas el tiempo y los recursos que deberían dedicar a recuperar sus arrozales devastados por Nargis.
Los campesinos que perdieron sus cultivos no tienen dinero para comprar semillas, búfalos y herramientas para trabajar, y así la cosecha del pasado diciembre fue un 32 por ciento inferior a la del mismo mes en 2007, según la ONG británica.
Por su parte, los pescadores a los que la tormenta se llevó por delante sus barcos y redes se hallan en la misma situación.
El pasado febrero, el Gobierno birmano, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, y las agencias de la ONU, aprobaron un plan de ayudas de 700 millones de dólares para los tres próximos años, pero se desconoce cuánto aportarán los países donantes.
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